Laura Corrotea, estudiante de Enfermería UDP y su experiencia en Uganda: “Ha sido muy difícil ver a los pacientes sufrir por su enfermedad y no poder darles tratamiento de la manera adecuada”

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13 / 06 / 2023

Laura Corrotea, estudiante de quinto año de la Escuela de Enfermería UDP, se encuentra realizando un voluntariado en el pueblo Kamonkoli en Uganda (África) desde el pasado 27 de mayo, tras realizar su práctica profesional correspondiente al Internado Comunitario en la Universidad Alfonso X El  Sabio (Madrid), para participar activamente en un voluntariado por cuatro semanas con la organización MOGHU (Mothers of Good Hope).

La organización MOGHU es una entidad que trabaja para “brindar acceso a educación, servicios de salud, desarrollo de habilidades y autoayuda a madres en apuros y sus hijos, a través del desarrollo de proyectos que permitan a estos grupos de personas vivir vidas dignas”, de acuerdo a la información de su sitio web.

A una semana de iniciado su viaje, Laura nos comparte sus vivencias más íntimas conviviendo con la comunidad de Kamonkoli, lugar en el que ha experimentado “todo tipo de situaciones”, como nos relata a continuación.

¿Cómo fue la experiencia de tu llegada al voluntariado?

El día 27 de mayo llegué al aeropuerto de Entebbe (Kampala) donde Ema, uno de los encargados de MOGHU, quien me estaba esperando para continuar mi camino hacia Kamonkoli, un pueblo a 6 horas de Kampala (capital de Uganda). El camino para mí fue impactante, eran las 5:00 AM y ya había muchísimas personas trabajando. Después de horas de viaje, finalmente llegué al lugar que sería mi hogar durante un mes, donde me sorprendí por lo maravilloso que es.

Tenemos un patio hermoso rodeado de naturaleza, un árbol de mangos solo para nosotros, animales de granja y una hermosa casa muy bien cuidada que construyeron sólo para recibir a los voluntarios. Dentro de la casa contamos con dos baños, ambos no tienen puerta y sólo lo cubre una delgada cortina con bastante transparencia, por lo que rápidamente tuvimos que entrar en confianza con el resto de los voluntarios y adecuarnos a no tener la privacidad a la que estamos todos acostumbrados. También tuvimos que acostumbrarnos a las duchas de agua fría, lo cual a veces se siente increíble por el calor que hace acá, pero en las mañanas es un gran desafío que va acompañado con muchos gritos y risas.

¿Cuáles son los proyectos de MOGHU y sus principales desafíos?

La organización MOGHU cuenta con 3 proyectos en desarrollo; un hospital, una escuela y un proyecto de empoderamiento de la mujer, donde las ayudan a desarrollar habilidades que les permitan auto sustentarse. El primer lunes comencé a ir al hospital para entregar mi ayuda desde el área de Enfermería. Al llegar, fue uno de los momentos más chocantes desde que estoy aquí, por los escasos insumos médicos y las condiciones sanitarias que tienen.

La mayoría de personas que recibimos son pacientes con malaria, mujeres embarazadas o personas que tienen algún tipo de infección. Los tratamientos que más damos son antibióticos, los cuales, por la falta de suero fisiológico tenemos que diluirlos solo en 10 ml y pasarlos directo en bolo. Esto ha sido muy difícil para mí, ver a los pacientes sufrir de esa forma no solo por su enfermedad, sino también por no poder darles su tratamiento de la manera adecuada, agregándole un sufrimiento extra que me encantaría poder evitar.

El hospital fue creado con el objetivo de poder brindar un servicio más barato a las personas que viven a los alrededores, pero aun así me ha tocado ver a pacientes que se van sin recibir tratamiento porque no tienen el dinero suficiente para pagar. El hospital también cuenta con un área que tienen destinada para un pabellón, pero por ahora es solo una habitación vacía que no tiene nada para comenzar a funcionar.

En esta primera semana, ¿Qué es lo que más te ha marcado durante tu estadía?

Cómo podrán notar, en tan solo una semana, he podido ver la gran diferencia que hay con el resto del mundo, y para mí ha sido muy difícil emocionalmente ver este tipo de situaciones. Aun así, quiero destacar que todas estas personas siempre tienen una gran sonrisa para regalarnos cuando me ven a mí o al resto de los voluntarios. Nos han explicado que para ellos es una gran alegría que un “muzungu” (persona blanca), los atienda y comparta con ellos. Los niños se vuelven locos cuando nos ven, nos gritan “¡muzungu,muzungu!“ y se acercan para poder saludarnos , tocar nuestras manos, nuestro pelo, mostrarnos bailes y se van corriendo muy felices y emocionados por haber compartido unos minutos con nosotros.

Esto ha llenado mi corazón de emociones, sobre todo de muchísimo amor, que es lo que me alienta a seguir ayudando y regalándoles la misma alegría que ellos me brindan a mí. Estoy segura que aún queda mucho más por vivir y contar, así que sigan atentos a esta increíble experiencia que me ha regalado la vida, y motívense para que algún día tengan la posibilidad de vivirla ustedes mismos. ¡Un abrazo a todos!